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Cataluña se muere de sed: campos yermos, bosques resecos y pantanos al 18%
22 de Noviembre de 2023

La gravedad de la situación no trasciende porque los ciudadanos abrimos el grifo y continúa saliendo agua, pero lo que está ocurriendo en Cataluña más allá de la red de abastecimiento es algo muy serio. Pasear por un bosque catalán es sumirse en la angustia. Además del musgo reseco, la ausencia de setas y la falta de trinos (las aves migratorias ya no viajan hasta aquí), la hojarasca cruje como si caminásemos sobre cristales, y el sotobosque permanece en pleno estiaje: amarillo pálido casi blanco. Si a ello añadimos la profusión de árboles muertos y arbustos decaídos, la sensación que transmite la naturaleza es de verdadera ansiedad. Se trata de la sequía edáfica, con la que los expertos nombran aquella que afecta a los suelos forestales y agrícolas, donde el déficit hídrico impide satisfacer las necesidades de agua de los árboles, las plantas silvestres y la naturaleza en general. Y por supuesto también del campo, pues la situación de los cultivos es incluso peor.

 

Los agricultores están perdiendo buena parte de sus frutales: no ya las cosechas, sino los propios árboles. El olivar es una ruina, con muchas fincas donde no se ha recogido ni una sola aceituna. En algunas comarcas vinícolas, como el Penedès, este año solo se ha vendimiado una cuarta parte de la uva respecto al año anterior, que ya fue malo.

En el delta del Ebro, la situación de los arroceros es insostenible: tras tres años consecutivos de sequía intensa, salpicada de potentes granizadas y temporales que anegan las fincas de agua salada, la siega de este año ha sido la peor en décadas. La cosecha de cereal de invierno ha caído cerca de un 70% en los últimos dos años, pero es que la siguiente se espera que sea aún peor. En el sector ganadero, la falta de agua y el aumento de precio del pienso están llevando a muchas explotaciones al cierre si no llegan pronto las ayudas del Gobierno central, que se elevan a 16,6 millones de euros.Respecto a la sequía hidrológica, aquella que se da cuando los caudales de los ríos, el nivel de los embalses y la disponibilidad de las aguas subterráneas caen hasta poner en riesgo el suministro, los datos no pueden ser más alarmantes.

Además de la incapacidad de recarga natural de los acuíferos, muchos de los cuales se están recuperando mediante la inyección de agua regenerada (el gran comodín frente a la sequía), además de las turbadoras imágenes de algunos de los principales ríos resecos, la situación de los embalses no hace más que empeorar por momentos.

 

Esta semana, los pantanos de la demarcación hidrográfica de las cuencas internas de Cataluña, de los que se abastece casi el 90% de la población, incluyendo los 5,5 millones de habitantes de la gran Área Metropolitana de Barcelona, han vuelto a descender un 0,3%, hasta quedarse en el 18,45% de su capacidad. Se trata del peor dato de la historia, incluso peor que el que se registró durante la grave sequía de 1989, cuando las reservas cayeron hasta el 19%.

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